“Empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible, y terminarás haciendo lo imposible”
Carlos Páez, superviviente, citando a San Francisco de Asís.
En octubre de 1972, un equipo de rugby uruguayo emprendió un vuelo que cambiaría sus vidas para siempre. Este grupo, lleno de esperanzas y sueños, no podía imaginar que su aventura se convertiría en una de las historias de supervivencia más extraordinarias y conmovedoras de la historia moderna. El accidente de su avión en las implacables montañas de los Andes marcó el inicio de una lucha desesperada por la vida, una odisea que desafiaría los límites de la resistencia humana.
La película de J.A. Bayona vuelve a poner esta increíble historia de supervivencia en boca de todos. «La Sociedad de la Nieve» hace un excelente trabajo al relatar la historia tal y como ocurrió y profundiza hábilmente en la psicología de la supervivencia, además de tratar el tema tabú de la antropofagia de una manera equilibrada.
Más allá de la lucha física por sobrevivir, hubo una batalla interna en cada superviviente que moldeó su resistencia y determinación. Esta batalla, marcada por la fuerza del vínculo humano y el apoyo mutuo, revela aspectos psicológicos fundamentales que merecen ser explorados.
Espíritu de equipo
Uno de los aspectos más impactantes es la influencia que tuvo el ser parte de un equipo en su supervivencia. Esta experiencia contrasta con lo que podría haber sucedido en un vuelo comercial con pasajeros desconocidos entre sí. La dinámica de equipo jugó un rol crucial, no solo en la supervivencia física, sino también en el soporte emocional y psicológico que se brindaron mutuamente.
Los miembros del equipo de rugby ya compartían un vínculo antes del accidente. Eran más que compañeros, eran amigos. Esta relación preexistente creó un fuerte sentido de lealtad y responsabilidad mutua. En situaciones extremas, donde el instinto humano podría inclinarse hacia el individualismo, este lazo los impulsó a pensar y actuar colectivamente.
Se cuidaban unos a otros, compartían recursos equitativamente y mantenían unida su moral, incluso en los momentos más oscuros.
Estar acostumbrados a trabajar en equipo les permitió organizar rápidamente un sistema de liderazgo y toma de decisiones. Por ejemplo, el capitán Marcelo Pérez asumió el liderazgo. Roberto Canessa, estudiante de medicina, tomó el rol de médico. Roy Harley, estudiante de ingeniería, improvisó una antena para operar la radio. Carlitos Páez contribuía con momentos de humor. Este orden no solo era esencial para la gestión de recursos y la planificación de estrategias de supervivencia, sino también para mantener una jerarquía que evitara el caos y el pánico.
En un vuelo comercial, la falta de una historia y relación compartidas podría haber llevado a un enfoque más individualista, donde la prioridad de cada persona podría no haber incluido el bienestar de los demás.
Encontrando significado en la montaña
"No tenemos otro remedio… llegué a la conclusión de que los cuerpos están ahí porque los puso Dios, y como lo único que interesa es el alma, no tengo porqué tener un gran remordimiento. Y si llegara el día en que yo con mi cuerpo pudiera salvar a alguien, gustosamente lo haría."
Gustavo Nicolich a su novia Rossina.
La fe, ya sea en un sentido religioso o en la confianza en la humanidad y en el futuro, puede servir como un mecanismo de afrontamiento que permite a las personas encontrar fuerzas en los momentos más oscuros.
La mayoría de los protagonistas de esta historia vivieron esta experiencia desde una profunda fe cristiana, que acabó convirtiéndose en una experiencia casi mística. Creían que Dios había representado un papel fundamental, que había estado presente en la montaña.
Dentro de los supervivientes, un grupo estaba seguro de que había sido un milagro, y otro grupo se inclinaba a pensar que su supervivencia se debía a sus propios esfuerzos.
Sin embargo, todos estaban seguros de que las oraciones los habían ayudado a mantenerse unidos contra la desesperación como un salvavidas. Pero si únicamente hubieran confiado en las oraciones, aún estarían en la montaña.
Este conjunto de experiencias subraya cómo cada individuo construye su propia narrativa para dar sentido a lo vivido. No es tanto la veracidad objetiva de cada interpretación lo que importa, sino el significado y la fuerza que estas historias proporcionan a cada persona.
Después del milagro: la batalla continúa
En la narrativa de supervivencia de los Andes, mucho se ha hablado sobre la lucha física y la resiliencia necesarias para sobrevivir. Sin embargo, el viaje emocional y psicológico de los supervivientes tras ser rescatados ofrece una dimensión igualmente profunda y compleja.
No fue sencillo adaptarse a la realidad. Su experiencia había sido larga y terrible, y las secuelas de la misma calaron hondo en su consciente y su subconsciente. Su comportamiento reflejó en seguida este trauma. Muchos se irritaban y eran bruscos con sus padres, novias, hermanos y hermanas. Se enfadaban cuando no podían satisfacer el menor capricho. Muy a menudo estaban tristes, se quedaban silenciosos de improviso o hablaban sobre el accidente. Pero, sobre todo, comían. Tan pronto les ponían un plato en la mesa, lo devoraban y, concluida la comida, se atiborraban de chocolatinas.
Los padres estaban perplejos ante este comportamiento. Algunos ya habían sido advertidos por los psiquiatras de Santiago que habían examinado superficialmente a alguno de sus hijos, diciendo que a estos les costaría readaptarse a la vida normal y que tampoco ellos podrían hacer mucho para ayudarlos. Su caso, naturalmente, era tan anómalo para los psiquiatras como para los mismos padres, porque en la historia había muy pocos casos parecidos al de los muchachos. Nadie sabía cómo reaccionarían. Lo único que podían hacer era esperar.
La culpa del superviviente
Tras el rescate, los supervivientes se enfrentaron a un desafío psicológico abrumador: la culpa del superviviente. Esta profunda sensación de culpa nace de la pregunta insondable: «¿Por qué sobreviví cuando otros no lo hicieron?» Esta interrogante puede atormentar a los supervivientes, llevándolos a un laberinto de dolor emocional y confusión.
En este contexto, la búsqueda de sentido se convierte en una parte fundamental de la curación. ¿Cómo reconciliar la alegría del rescate con el dolor por los que quedaron atrás? ¿Cómo encontrar un propósito en una vida que se ha salvado bajo circunstancias tan extraordinarias? Estas preguntas no solo reflejan la lucha por encontrar un equilibrio emocional, sino también el esfuerzo por construir una nueva identidad tras una experiencia tan transformadora.
Apoyo de la Iglesia y de los medios de comunicación
La aceptación incondicional por parte de la Iglesia y los medios de comunicación jugó un papel crucial en el proceso de sanación y reintegración de los supervivientes de los Andes.
La presencia y respaldo moral de la Iglesia fueron fundamentales para los supervivientes de los Andes. En un entorno influenciado por valores religiosos, este apoyo ayudó a mitigar sentimientos de culpa y vergüenza, permitiendo a los supervivientes reconciliar sus acciones con sus creencias personales.
En lugar de enfocarse en el sensacionalismo o en el juicio moral, muchos medios eligieron una narrativa de comprensión y empatía. Esta aproximación ayudó a formar la opinión pública, permitiendo que los supervivientes fueran vistos no como individuos que habían cometido actos condenables, sino como seres humanos que habían enfrentado circunstancias extraordinarias con una valentía y resiliencia increíbles.
La validación y el apoyo de estas entidades externas fueron fundamentales en el proceso de los supervivientes para integrar su experiencia de una manera constructiva. Por muy seguros que estuvieran de sus decisiones, el reconocimiento y la comprensión de influencias externas respetadas les proporcionaron un marco en el cual podían procesar lo ocurrido sin sentirse aislados o incomprendidos.
Del aislamiento a la aceptación: la importancia de la comunidad
"Esto fue lo que nos ayudó a sobrevivir, y ahora no queremos que esto, que para nosotros fue algo íntimo, extraordinariamente íntimo, sea mirado o analizado o cualquier cosa así. Intentamos explicar la cuestión en un país extranjero de forma tan espiritual como nos fue posible, y ahora se lo decimos a ustedes, nuestros compatriotas, tal como sucedió..."
Pancho Delgado en la rueda de prensa
Un momento significativo en esta historia fue la rueda de prensa al volver a Uruguay, en la que Pancho describió elocuentemente lo que los supervivientes sentían, cuando terminó, era evidente que todos los presentes se hallaban profundamente conmovidos por lo que dijo, y cuando preguntaron a los periodistas si deseaban hacer alguna pregunta a los supervivientes, contestaron que no. Entonces, todos los presentes respondieron con un espontáneo “¡Bravo!” para los representantes de la prensa uruguaya e internacional, que fue seguido de otro en recuerdo de los que habían muerto.
Los supervivientes, al regresar a la sociedad, se enfrentaron a una sensación de alienación. Es probable que enfrentaran dificultades al intentar integrarse en una vida normal después de haber vivido lo inimaginable. Esta alienación no proviene solo de la mirada de los demás, sino también de su propia percepción alterada de la realidad. ¿Cómo pueden sentirse parte de un mundo que no puede comprender completamente lo que han vivido?
Al igual que los veteranos de guerra al volver a la vida civil, los supervivientes de los Andes son vistos como héroes, pero muchos de ellos no se ven a sí mismos de esa manera. Son personas ordinarias que se encontraron en circunstancias extraordinarias. Han tomado decisiones difíciles, han visto y vivido cosas que alteran profundamente su visión del mundo y de sí mismos.
Uno de los retos más significativos para los supervivientes es comunicar su experiencia. No importa cuán elocuentemente lo describan, siempre existirá una brecha entre su vivencia y nuestra comprensión. No estuvimos allí, no sentimos el frío cortante de los Andes ni enfrentamos las decisiones desgarradoras que ellos tomaron. Esta brecha de experiencia es lo que hace tan difícil para los supervivientes sentirse completamente entendidos.
¿Podemos realmente ponernos en el lugar de alguien que ha vivido lo inimaginable? Quizás no del todo, pero lo que sí podemos hacer es reconocer la profundidad y la complejidad de sus experiencias.